Formigal: la leyenda
Según cuenta la leyenda, en la montaña de Formigal habitaron las formigas/hormigas blancas que protegieron a la diosa Culibillas.
Cubilillas era hija de Anayet y Arafita. Anayet y Arafita eran los dioses más pobres de la montaña, les habían despojado de sus pinares y abetales, hasta sus ganados escaseaban en sus senderos, que se habían convertido en pasos de contrabandistas. Anayet y Arafita eran trabajadores, honrados, felices y tenían una hija preciosa, la diosa Culibilla a la que el cielo dotó de todas las bellezas y cualidades. Nada quería saber nunca de las pretensiones de todos los dioses pirenaicos. Sus mejores afectos eran hacia los corderillos que competían en blancura con los inmensos glaciales que rompían el verdor de sus montañas. Y más aún amaba a las humildes y trabajadoras hormigas blancas, unos insectos milenarios que habían elegido para vivir las laderas de Formigal.
Cubilillas pasaba largos ratos junto a ellas, disfrutando de su amistad. Cerca de allí, el gran Balaitús observaba con placer a Culibillas, y quiso hacerla su esposa. Pero Culibillas era inocente como una niña, y sus juegos se limitaban a compartir risas y alegrías con las hormigas blancas. Viéndose desdeñado una y otra vez, Balaitús decidió secuestrar a su amada. Conocedoras las hormigas de las intenciones perversas de Balaitús, abandonaron en tropel su segura morada de Formigal para proteger a su amiga. Cubrieron todo su inmenso cuerpo de la diosa y la ocultaron así de la vista de Balaitús, quien abandonó su propósito, no sin antes aplastar en su furia a miles y miles de hormigas blancas. A partir de ese momento, la cima de Formigal quedó cubierta de nieve.
Culibillas, en agradecimiento, clavó un puñal en su pecho para cobijar en su interior a las hormigas que sobrevivieron a la ira de Balaitús. A este agujero se le llama aún hoy el Forato de Peña Forata, y está junto a Sallent de Gállego. Dicen que si uno acerca el oído a él, podrá escuchar las rítmicas palpitaciones del generoso corazón de Culibillas.
El mito de Formigal, cuyo nombre proviene de la palabra formiga, hormiga en aragonés, probablemente trata de dar una explicación legendaria a la aparición de la nieve, un manto formado por miríadas de hormigas blancas.